Crísis en Hidroituango

En el puente de Puerto Valdivia las familias caminaban con paso apretado llevando pocas cosas: el celular, el cargador y una mochila en los hombros que muchos tenían preparada desde el fin de semana. Adentro iba lo esencial: una linterna, dos camisetas, ropa interior, agua.

Minutos antes una gran alarma se escuchó por todo el cañón que forma el río Cauca y donde hace más de cien años se instaló este caserío exiguo y pobre que es Puerto Valdivia, entonces las familias que viven en los bajos del caserío, en esas zonas donde el agua lame las orillas terrosas de la ribera, empezaron a correr con colchones, camas, nocheros, televisores para que la creciente no les sacara de un solo golpe todo lo poco que han conseguido, pues cinco días atrás ya habían tenido que salir braceando, agarrándose de cualquier mata profunda para salvar su vida dejando todo atrás.

Poco después en el puente lo que se vio fueron las caras desencajadas, la angustia, los gritos, el miedo de la comunidad que exigía respuestas pero no encontraron más que la orden de evacuar, de alejarse del puente.

Mientras tanto en Hidroituango, el megaproyecto que generará el 17 por ciento de la demanda de energía eléctrica de Colombia, el agua que había entrado a la casa de máquinas buscaba escapar por las vías de acceso al personal, pues un taponamiento impedía su curso natural. A los pobladores de Puerto Valdivia les empezaban a llegar videos y fotos de familiares que trabajan como obreros en la presa y donde les advertían que el río iba a bajar con fuerza, pero el río nunca creció.

Horas más tarde los habitantes de Puerto Valdivia empezaron a llegar a Valdivia —ubicada en la cresta de la cordillera a 20 kilómetros de distancia—. Fueron 2.194 personas las que dejaron el caserío a orillas del río y que llegaron al albergue con lo poco que pudieron sacar de sus casas. Ejército y Policía ayudaron a transportar víveres, carpas, mascotas e incluso llevaron en su regazo a ancianos fatigados que a esa hora ya no soportaban una carrera más de huida a la muerte.

Texto: Daniel Rivera.